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Troy Nahumko is an award-winning author based in Caceres, Spain. His recent work focuses on travels around the Mediterranean, from Tangier to Istanbul. As a writer and photographer he has contributed to newspapers and media such as Lonely Planet, The Globe and Mail, The Sydney Morning Herald, The Toronto Star, The Irish World, The Straits Times, The Calgary Herald, Khaleej Times, DW-World and El Pais. He also writes a bi-weekly op-ed column 'Camino a Ítaca' for the Spanish newspaper HOY. As an ESL materials writer he has worked with publishers such as Macmillan and CUP.

Saturday, August 22, 2020

Snakes and the Tree of Knowledge

How to Identify a Water Moccasin

This stop on the Camino a Ítaca takes us back to the swamps of Northern Florida, aquiring new skill sets and seeing the world through very different eyes. Read the original English below or click over to the published version in SpanishTambien se puede ver el original en castellano abajo en PDF.

I’ve always hated snakes. It’s a reaction that is as old as Eve but my personal dislike for them started when I was almost bitten by a rattlesnake while fishing with my grandfather in British Columbia. Years later, hacking through the dense growth in northern Florida with my friend Washington, every shadow reminded me of my grandfather flinging the rattler into the lake and watching it writhe as it sank into the pale green deep of the oddly named, Yellow Lake.

I’ve had many jobs in my life, starting at fourteen at Toys ‘R Us stocking Cabbage Patch dolls during the Christmas holiday rush. I’ve been an all-night radio DJ, a relic in something called a record store, an English teacher for heavily armed Yemeni tribesmen and a guitar player behind chicken wire in a bad Country band in northern Canada, just to name a few. But by far the most demanding job I’ve had was setting fence posts with Washington.

It was a time when I was between tours and desperately needed to make some money. I was sitting at the bar after the last gig of the tour, peeling the labels off my beer bottle in the humidity, when an older man sitting next to me suggested, “If you’re looking for work and don’t mind getting some calluses on your hands beyond those on your fingertips, you can come work with me.”

Northern Florida is about as far away as you can get from Miami. In smaller towns the racial divide is still illustrated by the train tracks that run through towns with Indian names like Suwannee, Ocala and Alachua. Early the next morning I waited by those tracks for Washington to pick me up and get to work.  

Over the next few weeks with him, I learned about more than just digging ditches. Washington knew exactly where alligators were most likely to be, as well as the lethal Water Moccasins that made their nests, but he also knew how to read people and navigate sticky social situations quickly. 

“Aren’t you afraid of snakes?” I asked one day as we waded into yet another swamp. “No,” he replied, “the snakes here ain’t nowhere near as bad as they were back in ‘Nam.” The fact he was in the war didn’t surprise me. He was about the right age and a disproportionate amount of Blacks were conscripted.

“When were you drafted?”

“Drafted? Not, me. I wasn’t drafted, I joined up back in 1965.”

“Really? Did you want to go to war?”

“Man, how was I supposed to know there was a war going on!? I never knew a place called Vietnam existed, let alone the Vietcong. Do you think those white men were going to tell me I had to go overseas and shoot at them people when I joined?”

I often think of Washington, whose wisdom guided him well but whose life could have easily had a premature end due to a lack of information, or worse, information that was purposely withheld from him. Then I think of the tanned, smiling people coming back from summer holidays bragging about how out of touch they have been and how happy they are and I remember something else Washington told me as he paraphrased the great Muhammad Ali.

 “Snakes aren’t mean, they’re just doing what they gotta do, it's their nature. It’s the Man you got to watch out for. If you don’t keep informed, his forked tongue will get you bit every time. They’re so mean they make medicine sick.’


Monday, August 17, 2020

Reading the Surface: An Interview in the Regional Newspaper

 I was interviewed recently for a summer piece the regional paper focusing on foreigners living in Extremadura. For reasons of space, they had to cut out a lot of my replies. This could have led to some misunderstandings...but judging from the comment section, some people read and understand what they want to...no matter what you say. 

Here's the full-length version in the original Spanish.

–¿Por qué vino a Extremadura?

La primera vez que visité, dormí debajo de un puente, literalmente. Me dirigía a Marruecos después de haber caminado de Santiago a Lisboa y de alguna manera llegué a Mérida. Pasé el día explorando la ciudad y luego pasé la mayor parte de la noche cerca del río mientras esperaba el autobús a Algeciras.

–¿Qué impresión tuvo cuando llegó?

La primera vez fue en la primavera y recuerdo estar fascinado por el cielo. Era un azul tan puro. Bajo ese azul, todo a mi alrededor adquirió una calidad cinematográfica. La segunda vez fue en agosto y recuerdo haber bajado del autobús en Navalmoral a mediodía. De nuevo, fue como una película, pero esta vez un western distópico. El intenso calor creaba una neblina a la distancia y la estación estaba completamente desierta. De repente, la canción del Coche Fantástico comenzó a sonar desde un juguete para niños de esos que funcionan con monedas. Surrealista.

–¿Cuál es la mayor diferencia que ha encontrado entre el modo de vida de aquí y su lugar de origen?

Eso es difícil de decir. Dejé Canadá cuando tenía diecisiete años, por lo que mis recuerdos definitivamente no coinciden con la realidad allí de hoy en día. Mis recuerdos son como una imagen polaroid granulada, sin cinturones de seguridad, ceniceros desbordados y cocinas de plástico que nunca habían visto ni olido a ajo y aceite.

–¿Cómo le recibieron aquí?

España, en general, es extremadamente acogedora para los extranjeros. Sin embargo, soy uno de los inmigrantes que se denominan como "expatriados" y de ninguna manera soy un refugiado, a menos que me consideres ser refugiado climático. Creo que mi experiencia sería significativamente diferente si fuera de algún lugar al sur del Mediterráneo.

–¿Tardó en acostumbrarse a vivir aquí o se adaptó enseguida al ritmo de vida?

Supongo que lo más difícil de adaptarse es la forma en que se divide el día, con el almuerzo largo y donde no pasa nada hasta las cinco.

–¿Cómo ha cambiado su visión de la región en el tiempo que lleva aquí?

Cuanto más vivo aquí, más me doy cuenta de lo poco que sé.

–¿Podría definir Extremadura con tres palabras?

Genuina, sufrida, vasta

– ¿Qué es lo que más le conquistó de esta tierra?

Con alguien de Extremadura y la tierra misma, lo que ves es lo que tienes. En un mundo de quimeras, eso puede ser bastante refrescante.

–¿Y lo que menos?

Desafortunadamente, esa misma autenticidad también puede conducir a la resignación y la apatía si se lleva al extremo. Simplemente no entiendo por qué la gente aquí acepta el estado no escrito de ciudadanos de segunda clase. Y este estado se alimenta de lo que el Quijote llamó raíz de infinitos males y carcoma de las virtudes.

–¿Qué destacaría de los extremeños?

Su capacidad de disfrutar del momento. Esto es algo en lo que todavía estoy trabajando.

–¿Qué cree que necesita Extremadura para su desarrollo?

Necesitamos decidir si queremos seguir siendo serviles al poder, en cualquier forma que tome.

– ¿Cuáles son sus sitios favoritos de la región?

Me encantan las piscinas naturales. Son algunos de los lugares más civilizados de la tierra. Algo que los españoles hacen bien es tomar algo encantador y asegurarse de que haya un bar cerca con buena comida y cerveza fría.

–Extremadura es un paraíso natural ¿en qué sitios le gusta perderse?

La Sierra de Gata es uno de mis lugares favoritos. Sin embargo, algunas áreas que me gustaría explorar más son Las Hurdes, el Geoparque y la Raya alrededor de La Codosera.


–¿Qué rincones recomendaría visitar de la ciudad/pueblo en el que vive?

Vivo junto a la muralla del casco antiguo de Cáceres y vale la pena explorarlo una y otra vez. Lo que pasa es que la gente generalmente solo lo ve como hermosas piedras antiguas, pero si lo observas más de cerca, más detenidamente, te das cuenta que hay una comunidad que hace sus vidas junto a esas piedras. Recomiendo que echen un vistazo más profundo.

–¿Qué echa de menos en el lugar donde vive?

Una pregunta fácil, conexiones decentes de transporte público.

–¿Los servicios públicos con los que cuenta son suficientes? ¿Y las propuestas culturales y el comercio?

Cuando vine aquí por primera vez, el sistema de salud me sorprendió, era mucho mejor que cualquier cosa que hubiera visto. Desafortunadamente, los recortes continuos has reducido su eficiencia. Al comienzo de la pandemia, parecía que las personas se daban cuenta de esto, pero ya veremos si siguen con la idea de apoyarlo incluso más.

Ir de compras para mí es casi lo mismo que ir al dentista, no es algo que espero con ansias. Puede que haya estado en la Siberia varias veces, pero nunca he pisado El Faro.

–¿A qué dedica su ocio?

Cuando puedo, viajo. Después de haber explorado más de 50 países, ahora prefiero viajar más lento y más profundo.

–¿La cercanía con Portugal es un aliciente? ¿Suele viajar con frecuencia al país vecino? ¿Dónde va?

Amo Portugal y, de hecho, como escritor, las diferencias entre los dos países me fascinan. Tuve la oportunidad de tocar en Monsaraz de Reguengos el pasado verano. El embalse de Alquevar fue una revelación y a la vez una desacreditación del mito de que solo el Paquito Rana podría construir embalses.

– ¿Le gusta el clima extremeño?

Cuando las personas hacen esa pregunta, generalmente se refieren al calor del verano, pero en realidad no me molesta. Nadie me cree cuando digo esto, pero lo que menos me gusta es el frío. Salí de Canadá por una razón.

– ¿Suele recomendar a sus familiares y amigos que vengan de vacaciones o a vivir a Extremadura? ¿Por qué?

Claro que sí. Y suelen agradecer la oportunidad de ver un lado de España que no suele salir mucho en la televisión. De hecho, he estado hablando con algunas personas sobre la creación de un programa de televisión en este sentido, de presentar Extremadura desde una perspectiva diferente. Espero que ocurra.

–¿Hay algunas costumbres o tradiciones que le hayan llamado especialmente la atención?

Todavía estoy tratando de entender la Semana Santa, ese demonstración, aparentemente contradictorio de la fe. Por un lado, es una manifestación muy ‘pública’ pero a la vez oculta. Este exhibicionismo de muchos que no han pisado la iglesia desde que se casaron hace que todo el evento sea muy complejo de comprender.

–¿Suele acudir a fiestas de interés turístico o a acontecimientos culturales como el Festival Internacional de Teatro de Mérida?

Hay dos fiestas que, como escritor de viajes, es difícil justificar por qué todavía no las he visto. Uno es el Jarramplas en Piornal. El otro son los empalaos en Valverde.

–¿Qué es lo que más le gusta de la gastronomía extremeña?

Probablemente sería más fácil hacer una lista de las cosas que no me gustan. Uno de mis mayores confusiones es cómo, en un lugar que tiene una comida tan maravillosa, pueden continuar sufriendo un pan tan terrible.

– ¿Dónde ha viajado o va a viajar este verano?

Teníamos billetes para ir a Nueva York y luego cruzar a Canadá este verano. Obviamente, eso no va a suceder, así que este verano espero explorar todo lo que podamos a pie. Tengo hijas de siete y nueve años y espero explorar sus raíces y conocer un poco mejor de dónde vienen.



Saturday, August 8, 2020

WANTED

 

This week's stroll along the Camino a Ítaca circles back to Azerbaijan and beyond. Memories of images of Strong Men, Royalty and Dictators crying out to be loved and admired. Read the English version below or click over to the published version in Spanish


Even though it was against my better judgement, I just had to take the picture. Travel around the world and you soon learn the differences between places regarding where you can and can’t take pictures. Selfies at sunset for your Instagram account are just fine but if they happen to be next to a military complex or top secret laboratory, you’re better off to either take it very discreetly or simply wait until that next orange sky. That is, of course, if you don’t want to face some uncomfortable questioning that isn’t exactly focused on how happy you are with the buffet at the hotel.

But this one I just had to have.

We had been living in Azerbaijan for months by then and had become almost inured to the ever-present moustachioed faces of the great leader or his deceased father looking down on you. In some photos they were dressed up in military fatigues bursting at the gut. Others saw them trying, and failing, to look debonair, donning their tailored Savile Row suits. But the most tragicomic were those that had them dressed up in traditional garments, frolicking with their subjects. Subjects that would have been boiled in hot oil if they refused to take part in the montage. This one though, was different.

We were near the Nagorno-Karabakh region, close to the frontline where Azeri and Armenian soldiers still stare down the sights of their guns at each other, when I saw it. There they were, father and son together in dark sunglasses and 1960’s style turtlenecks, looking like villains that had just stepped out of a vintage James Bond movie.

I got out of the car and raised my camera and took the shot only to see out of the corner of my eye some military guards in their unmistakable soviet-style top hats start to shout and run towards me. Even though they were probably only looking for a small bribe to help feed their families, I didn’t fancy going through the elaborate ceremony situations like these involve and we took off down the road.

I have always held a morbid curiosity for the omnipresent pictures of Dear Leaders and their close counterparts, monarchs that you can see around the world. What purpose do action shots of the aforementioned Bond villains, tattered pictures of the King of Morocco in the most remote shop in the High Atlas, the God King of Thailand staring out of a rusted frame or the head  of the Queen of England stamped on every coin in Canada really serve? Are they desperate attempts to constantly validate their dominion over others. Like surreal WANTED posters or Tinder profile pictures that in fact should read, WANT ME: looking for love and admiration? Or are they simply narcissistic gestures to appease the hyper-inflated egos of people whose position leads them to believe they are superior to lesser mortals?

Dress them up however you want though but it won’t change the fact that their roles are immoral and unjust. Disguise a king up as a great warrior, a cosmopolitan diplomat or even a circus monkey and it won’t change the fact that a hereditary monarchy is as anachronistic as a Strong Man in the Caucasus or a bad haircut in North Korea. It’s time these idols are taken off the walls and put into the dusty drawers of history where they belong. 

Troy Nahumko Writing Profile

I first got to know Rolf Potts in the dark depths of the pandemic when he hosted a series of interviews with people around the world discuss...